jueves, 7 de junio de 2018

MAYO, 6 al 12: alerta roja...


JUEVES 6

Los ecos de la ovación por mi llegada a Malvinas, se apagaron hace rato.
Desde la redacción ya sólo recibo órdenes, presiones y reprimendas. Lejos del frente, asfixiados por la censura naval, el trabajo se hace imposible, cuando no absurdo.
Nuestros únicos teléfonos son los del hotel, y están pinchados. Los télex ya no funcionan. Así que lo más rápido que tenemos para despachar nuestras notas, es el correo naval, para lo cual debemos entregarlas en el Batallón, en manos de aquel capitán cuyo nombre no puedo recordar, el que anda siempre de civil y siempre donde estamos nosotros, por la noche en los burdeles, y por la mañana, por las dudas, en misa.
Él es nuestro jefe de redacción ahora. Él se ocupa de revisar nuestras notas y de tacharlo todo. Nos reprende por cada frase, y nos amenaza con deportarnos, con expulsarnos de la Isla cuando se le dé la gana. Cualquier cosa que escribimos resulta “información militar de utilidad para el enemigo”. Mis jefes me preguntan por qué no pongo más empeño.
Como cazadores ya desarmados, aun sabiendo que no podremos transmitirla, seguimos buscando información, rascándola como podemos de donde podemos.
Apuntamos algunas alertas amarillas, que al cabo Defensa Civil anuncia que no fueron más que simulacros.
A veces nos acercamos a la costa, en Río Grande, por sus alrededores, por aquí, por allí… miramos el mar con la esperanza de ver algo, una fragata, un submarino… pero sólo vemos el mar como si no viésemos nada…
También aprendemos a contar los cazas que cada vez más seguido rompen el cielo de Grande rumbo a las Islas. No podemos distinguir si son Dagger, Mirage, Skyhawk o Super Etendard. Los contamos cuando salen y cuando vuelven. Y notamos con los días que la cuenta no siempre cierra.


Foto de Marcelo Figueras: Hotel Ibarra, Río Grande.


VIERNES 7

Río Grande está ahí, a poco más de media hora de vuelo de Puerto
Argentino.
La Base Aeronaval Hermes Quijada, por lo tanto, es crucial para el apoyo logístico a las Islas.
Desde Grande, además, salen todas las misiones aeronavales, los Super Etendard, por ejemplo, y algunas misiones aeronáuticas y conjuntas también. Es acaso el punto más importante de todo el Frente Sur, incluyendo Comodoro Rivadavia y Río Gallegos.
Pero también es el destino más lejano de Buenos Aires, por eso son pocos los medios que se animan hasta allí. Ni La Semana de Perfil, ni Clarín o La Nación, ninguno de los canales, ninguna radio… Nosotros, nada más, Gente, Somos y Siete Días. Tres medios, dos empresas. Dos revistas de la poderosa Atlántida, y una de la ya agónica Abril, que así, entre el dos-uno, y la agonía, no alcanza a resultar una buena competencia. Ni siquiera eso nos queda.
El día es breve pero se hace largo, la noche es larga y se nos vuelve infinita.
La familia, los amigos, todos, todo lejos como en otra dimensión.
Y la guerra ahí, cercana pero lejana, presente pero ausente, aislada por el mar, inaccesible, invisible para nosotros.

Foto: Base Aeronaval de Río Grande. Pilotos de la 3ª Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque artillando un A4Q. En una de las bombas puede leerse: "HMS Invincible".


SÁBADO 8

Se dice, se dice, allí no falta quien hable. Sobre todo con nosotros.
Todos quieren contarnos cosas, militares y civiles que hablan como militares. Oficialmente no conseguimos confirmar nada, pero off the record hablan hasta los caballos.
Aceitamos cuanto podemos nuestros contactos con los altos mandos de la Armada en la Isla. Son nuestros regentes, y nuestros supremos. Y además sólo ellos pueden llevarnos de vuelta a Malvinas.
Los despreciamos y les tememos, claro, falta para los años de la verdad, pero sospechamos de todos. El contraalmirante Zaratiegui, ex-asesor de Masera; el capitán Pita, y su leyenda de “hombre duro en la lucha con la subversión”… falta para el tiempo de la verdad, pero podemos sentir el olor del azufre en todos ellos. Tratamos de ser amables.
Y ellos también, hay que decirlo.
Una de esas tardes, en su comandancia policial de Ushuaia, el capitán Griecco nos convida incluso un café, y con tono paternal, sonriente, nos explica:
-- Traten de entender, muchachos… nosotros estamos en guerra, ustedes no nos sirven para nada, al contrario, son un estorbo, un problema… Ojalá se fueran todos.
Tenemos línea directa con el contralmirante Zaratiegui, que por lo visto gusta operarnos personalmente. Pero tampoco se nos resisten a una visita los capitanes Dabini y Pita, jefe uno de la Base y el otro del Batallón. Ellos nos cuentan muchas cosas que nosotros nunca les creemos. Sólo asentimos impresionados o compungidos según la ocasión.
Porque no olvidamos que fue tan luego Dabini el que nos metió en aquél avión rumbo a las Islas el 10 de abril.
Ese que se ríe sin abrir la boca, como resoplando.
El que una noche se nos aparece ahí, en el bar del hotel, vestido de civil, y se sienta con nosotros y tomamos un whisky y en un momento saca una pistola con cachas de nácar y la pone sobre el centro de la mesa “porque en la cintura me molesta”, nos dice sonriendo, resoplando, y allí la hace girar como una ruleta. Rusa.
Pero él es nuestra gran esperanza de volver a las Islas.
Somos amables, y se nos descose el alma.

Foto: Batallón de Infantería de Marina Nº5, Río Grande.

DOMINGO 9

En las Islas mientras tanto siguen durante la noche los bombardeos navales, y durante el día los combates aéreos. Helicópteros y aviones caen de un lado y del otro. Hombres también.
Mi jefe me pide que le pida al almirante Zaratiegui, así nomás, que nos marque en un mapa de Malvinas, -“un mapa Kapeluz”, acota-, las posiciones de las defensas argentinas.
-- Así publicamos un gráfico, hm? –me explica.
Pese a mi juventud no me acaloro y le pregunto si el almirante debe dedicarle el mapa al Foreign Office en general, o a Margaret Thatcher en particular.
Y allí por primera vez me agarran unas ganas bárbaras de mandar todo a la mierda y volverme a Buenos Aires.
Somos, la Isla, la guerra, el periodismo, todo.
Hablo de los francos acumulados, de tomarme unos días, subir y bajar…
Mi jefe insiste con el gráfico.

Foto: Puerto Argentino, días de mayo. 

LUNES 10


Por primera vez ordenan un toque de queda en Río Grande a partir de las 10 de la noche.
Rumores de comandos ingleses operando en la Isla. Dicen que dicen que se vieron buques enemigos cerca de la costa, que las radios interceptaron diálogos en inglés. Pero dicen que dicen. Intentamos confirmarlo. Nos tomará años.
Falta mucho para saber que ya desde el 7 de mayo está en marcha la que un día será conocida como Operación Mikado.
La semana que viene un helicóptero Sea King aparecerá averiado al otro lado de la frontera, en territorio chileno. Comandos ingleses del SAS andan por ahí. El plan es atacar la Base Aeronaval de Río Grande, destruir todos sus aviones, todos los Exocet, matar a todos sus pilotos, y retirarse hacia Chile, donde simularían entregarse como si allí no supiesen nada. La operación será por fin abortada el día 18.
Pero de todo eso, ahí, ahora, lo único que sabemos es que a partir de la hora 2200 cualquiera por las calles será un blanco móvil.
Y que hoy no habrá burdeles.
Nada.
La noche infinita, y nada más.

Foto: Puerto Argentino, los bombardeos diarios. 

MARTES 11

Por la mañana me autorizan a volver por unos días, hacia el mediodía me dan la contraorden, por la tarde me autorizan otra vez, y por la noche otra vez la contraorden.
Igual ya sabemos que los vuelos comerciales hacia y desde Tierra del Fuego, fueron suspendidos “hasta nueva orden”.
No hay cómo salir, simplemente.
Estamos aislados en una isla.
Atrapados.
El continente inaccesible.
Como la guerra.

MIÉRCOLES 12

Noche de alerta roja en Río Grande.
Ya no es una amarilla, ni es un simulacro. No lo sabemos pero sí.
Dicen que dicen que hoy soltaron patrullas por las estancias, que se han visto más tropas por la ruta y los caminos, pero otra vez no hay cómo confirmar nada.
Sólo eso: que hay alerta roja, y que no hay dónde esconderse, que no podemos hacer nada, escapar, volar, nada.
Salimos a la calle y nos quedamos ahí, parados en la puerta del hotel, mudos, quietos. Miramos el cielo de la noche helada. Esperamos los Vulcan ingleses que acaso aparezcan ahora, ya, para bombardearnos, para matarnos y chau...
Todo está escrito, pienso sin pensar.
Morir aquí, así, me digo...
No hay cómo esconderse, escapar, volar…
Si una bomba es para nosotros, cualquier lugar es el mismo lugar.
Estamos atrapados, ahora sí.
Intentamos alguna humorada, pero no funciona.
Deberíamos rezar, o algo, pero no, nada, no decimos nada.
Lo miro a Mario, todavía lo veo, parado ahí… veo al conserje, también, y a Marcelo Figueras, nuestro fotógrafo… me parece que hay más gente pero ya no la veo. Miramos el cielo, la noche, no decimos nada, ni rezamos. Esperamos.
Una ansiedad muy parecida al miedo.
El alerta por fin acaba.
No recuerdo cuánto duró… ¿Diez minutos? ¿Veinte? ¿Horas?...
De alguna manera, sigue todavía.


Foto: Helicóptero Sea King caído en Agua Fresca, Tierra del Fuego, Chile. El reportero gráfico José Villaroel González consigue la foto cuando las autoridades chilenas intentan enterrar la aeronave con una excavadora. Publicada en La Prensa Austral de Punta Arenas el 21 de abril de 1982.  


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