jueves, 7 de junio de 2018

MAYO, 1 al 5: y atacaron Puerto Argentino...


SÁBADO 1

-- ¡Atacaron Puerto Argentino!
El conserje nos despierta con la noticia demasiado temprano, acabamos de acostarnos, fue una noche larga que ahora sigue de largo.
Estoy en Tierra del Fuego desde el 9 de abril y desde que volví de las Islas el 10 que no hago otra cosa más que fracasar en el intento por volver a las Islas.
Lo demás es lo de menos. La rutina de los burdeles, los mejores whiskys del mundo, las comidas incesantes, la espera que desespera, las presiones de la redacción, las putas, los milicos, la censura naval, la noche polar, el frío, la guerra… que ahora sí comenzó.
Bombardearon Puerto Argentino.
Corremos al BIM 5 que allí comanda el capitán de navío Miguel Pita, un tipo bajito, amable sin exagerar, pero campechano y feroz. Lo envuelve una leyenda de hombre duro desde los tiempos de la “lucha contra la subversión”. Participó de la Operación Rosario y se jacta con nosotros de haberse quedado con la bandera de los Royal Marines. Algún día él también será testigo por la defensa de Alfredo Astiz. Buenos muchachos.
El conserje no sólo nos avisó del bombardeo, nos dijo además que “habíamos” abatido un par de Sea Harrier.
Sin embargo cuando llegamos al Batallón el bravo capitán Pita parece compungido, preocupado, apesadumbrado, incluso. O Puerto Argentino había sido destruido por completo, o las bajas fueron demasiadas, pensamos.
Pero no, nada de eso. Por confirmar el derribo de los Sea Harrier, allí nomás lo felicitamos como si los hubiera bajado él mismo, y entonces Pita hace aquél comentario que Mario Markic y yo recordamos todavía:
-- Me pregunto por el daño que le estamos haciendo a Occidente con todo esto.
Nosotros nos preguntamos hasta dónde se puede pelear temiendo lastimar al enemigo.

Foto: Puerto Argentino, 1º de mayo. 


DOMINGO 2

Un día igual a todos. Y no.
Nosotros que buscamos información, y la única que conseguimos es la que baja por Radio Nacional entretejida en los comunicados oficiales de la Junta.
Desde Buenos Aires piden noticias, notas, fotos, fotos de combates, soldados en acción, ¿cadáveres en una playa no habrá? Te pedían esas cosas.
Y nosotros que no tenemos nada, que vamos y venimos como perdidos, como si no entendiéramos todavía que la guerra ha comenzado, que buscamos un árbol en medio de un bosque, porque ya todo, cualquier cosa, incluyendo el silencio, será noticia.
Cuando pase el tiempo, cuando todo termine, un día dentro de mucho sabremos que ya desde antes de ayer, 30 de abril, el submarino nuclear Conqueror cumple órdenes del alto mando británico y ya tiene en su mira al  ARA General Belgrano. Años tardaremos en saberlo.
Y resulta imposible precisar ahora qué hacemos ni dónde estamos esa tarde a la hora 16.02 cuando el primer torpedo impacta en el Belgrano arrancándole la proa.
Ni qué hacemos o dónde estamos a las 16.23, cuando el capitán Bonzo ordena abandonar el buque.
O a las 16.50, cuando el crucero escora a babor y desaparece de la superficie.
323 hombres mueren en esos pocos minutos mientras nosotros, supongo, andamos por ahí, buscando información, detalles del ataque de ayer, noticias viejas, o no, o bebiendo algo con algún charlatán, o escribiendo alguna mentira, o al pedo por las calles… imposible precisarlo hoy.
Pero Tierra del Fuego es tierra de la Armada y en pocas horas un rumor de espanto ya eriza las calles y se desangra hasta por los burdeles.


Foto: ARA General Belgrano a punto de hundirse.


LUNES 3

El Belgrano fue hundido.
Tres mil kilómetros al norte, en la redacción, la tragedia cobra ribetes de comedia. Nos piden fotos, testimonios, entrevistas con los sobrevivientes… quieren que alquilemos algún tipo de embarcación a ver si podemos cuando menos acercarnos hasta la zona de… bah.
Sin embargo la noticia del hundimiento baja desde Buenos Aires, estalla en la BBC, pero llega y se diluye en nuestras fuentes oficiosas sin que nadie la confirme oficialmente. Nadie nos atiende, nadie nos habla, nadie responde los teléfonos. Ni en la Base Aeronaval, ni en el Batallón, ni en el Comando de Ushuaia. Un silencio como del fondo del mar.
Recién hacia las seis de la noche, repentina, intempestivamente, el alto mando de la Armada en la Isla convoca por primera vez a una “conferencia de prensa” para los pocos medios que estamos allí. Somos, Gente, Siete Días, y esos medios locales que eran su propia tropa de verdad.
La cita es en un aula del casino de oficiales de Río Grande, y allí están ya sobre una tarima detrás de un escritorio el comandante del Área Naval Austral, contralmirante Horacio Zaratiegui; el capitán Miguel Pita, comandante del Batallón; el capitán Alfredo Dabini, comandante de la Base Aeronaval de Río Grande, el capitán Juan Carlos Grieco, jefe de la policía de Tierra del Fuego, y aquél capitán cuyo nombre no consigo recordar pero que andaba siempre de civil y siempre estaba allí donde estábamos nosotros… ¿D´Angelo? ¿D´Avila?... Excepto este último, que nos mira con odio y nos trata con asco, todos los otros alardean de un hábil manejo de la prensa. Pero ese día sus caras avisan la tragedia, el rumor que erizaba las calles.
Sin demasiadas vueltas Zaratiegui nos confirma que habían atacado al Belgrano, que se había hundido pero que había sobrevivientes, que los operativos de rescate ya habían comenzado, y que no quería fotos ni notas ni la más mínima explotación mediática del desastre.
-- Les aconsejo tomarnos en serio –concluyó el almirante.
Como si acabara de llegar de Júpiter, el enviado de Siete Días se levanta para invocar su representación de la opinión pública… Zaratiegui, sin mucho ánimo, intenta explicarle, calmarlo. Pero el otro no se conforma, insiste, confunde el desgano con la paciencia y se extiende en su monólogo hasta que el capitán Juan Carlos Grieco -jefe de la policía de la Isla-, le pide permiso a su jefe para sintetizar la posición de la Armada frente al tema:
-- A ver si le queda claro, mi amigo: yo me cago en la opinión pública.

MARTES 4

Temprano estamos en Ushuaia. La propia advertencia de Zaratiegui nos marcó el rumbo. Si de verdad hay sobrevivientes, sólo por allí pueden llegar.
Es un día de sol y el gran hotel Albatros, con vista a la bahía, todavía no se incendió. Somos tan pocos los periodistas de medios privados nacionales, que los marinos se permiten la marca hombre a hombre, y a cada uno de nosotros nos toca uno de ellos y a todos todos.
Pedimos habitaciones con vista a la bahía, pero no nos dan, no hay, nos dicen. No habrá télex, tampoco. Ni teléfono para llamadas de larga distancia. Tampoco podremos ambular por las calles porque habrá toque de queda. Nos informan. Ni podremos merodear por el bar del hotel con sus grandes ventanales a la bahía, porque el bar estará cerrado. Nos avisan. Y no podremos tampoco mirar por las ventanas de nuestros cuartos, porque hoy aquí también las ventanas fueron cubiertas por los hules negros de los oscurecimientos. Para que lo entendamos mejor, a partir de la pronta caída del sol, nos sugieren encerrarnos en nuestras habitaciones y no asomar hasta nuevo aviso bajo riesgo de ser detenidos. De gauchitos que son nos dejan una custodia en la puerta del cuarto. Los fotógrafos deben entregar sus máquinas. Y allí quedamos hasta el otro día. Así. Encerrados. Presos. Ocultos de todo y todo de nosotros.
Durante la madrugada más de 700 náufragos resucitan por esa bahía, pero nosotros no vemos nada. Estamos ahí, desesperadamente ahí, pero no vemos nada.

Foto: HMS Sheffield, hundido.


MIÉRCOLES 5

Apenas nos liberan con el nuevo día nos lanzamos a las calles, pero ya tampoco encontramos nada. No encontramos heridos, no tenemos acceso al hospital ni al puerto ni al aeropuerto, no hay rastros de sangre ni de pertrechos, no hay huellas, nada. Aquí no ha pasado nada. La guerra, nada más.
Sin esperanzas y en busca de otra suerte nos volvemos para Río Grande, tal vez allá haya algún sobreviviente que nos cuente algo.
Y no hay suerte pero sí noticias.
En Río Grande nos espera otra “conferencia de prensa” con el estado mayor de la Isla, que de pronto parece más animado.
En el día de ayer la Aviación Naval atacó al destructor británico HMS Sheffield con un misil Exocet disparado desde un avión Super Etendard. El buque se incendiará durante días, y el 10 se hundirá completamente. Mañana Londres admitirá 87 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos.
-- ¡Hemos hundido el Sheffield, señores!... –anuncia un recompuesto Zaratiegui.
Todos se felicitan y sonríen. No se golpean el pecho, pero casi.
En nombre del secreto militar escatiman detalles pero no autoelogios.
Hay en el aire como un aroma a venganza… pero es nada más la guerra, que huele a carne quemada.
De a poco las grandes tragedias, también serán rutina.


Foto: heridos británicos rescatados del Sheffield.






* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario