miércoles, 6 de junio de 2018

MAYO, 24 y 25: una guirnalda de hundimientos...


LUNES 24

Perdido por perdido temprano por la mañana me planto en el aeropuerto y que me lleven o me fusilen.
Me da una mano un teniente muy gauchito, pero otra vez he de agradecer sobre todo a ese despelote general que el 10 de abril me permitió colarme en un avión de la Armada rumbo a las Islas, y que ahora me permite meterme en un Hércules del Ejército que hace escala en Gallegos rumbo a Grande, y que sin pedirme documentos o credenciales, me sube y lleva.
Y allí vuelo ahora alegremente rumbo sur sobre la zona de conflicto en aquel inmenso blanco militar, y aquí estoy otra vez por fin, en Río Grande, en Tierra del Fuego, con la extraña, inhóspita sensación de volver a casa.
Llego durante la noche, son poco más de las cinco de la tarde.
Mario Markic sigue allí, pero nuestro fotógrafo Marcelo Figueras fue reemplazado por el Rafa Calviño, compañero y maestro. Me ponen al tanto de las novedades. Ya nada es lo que era.
En Ushuaia se incendió el gran hotel Albatros, quedan sus vestigios chamuscados temblando en el viento como un tétrico presagio. Por supuesto los marinos les echaron la culpa a todos los chilenos que habitan suelo argentino. El humor de nuestros supremos, tampoco es el mismo.
Siguen los rumores de comandos ingleses operando en la Isla. La semana pasada apareció un helicóptero Sea King incendiado cerca de Punta Arenas. En los alrededores de Río Grande se despliegan las tropas del BIM3.
Los oscurecimientos nunca se levantaron, los alertas rojas son cada vez más frecuentes, y los toques de queda se decidieron hasta nuevo aviso. Cada día más temprano, apenas cae la noche,  borramos la ciudad de la faz de La Tierra.
Los burdeles, inmortales, se adaptaron: ahora abren de 16 a 22. Y si por acaso te quedás adentro cuando suena el toque de queda, por un módico precio, claro, las chicas te cuidan de las balas.
El trato con la prensa no mejoró, al contrario, pero… Lo que en Comodoro me pareció una novedad, y en Gallegos una casualidad, aquí descubro que es una nueva estrategia para anularnos. Siguen sin darnos ninguna información, pero ahora también aquí nos organizan excursiones y paseos que no nos sirven para nada, pero que, eso sí, les permiten vigilarnos mejor.
Mañana 25, por ejemplo, nos llevarán hasta una gran estancia en el interior de la Isla donde se encuentran acantonadas las tropas del Batallón de Infantería de Marina Nº 1.
Allí celebraremos todos juntos el día de la patria.
Habrá canciones, vino y empanadas.
Viva.


Foto: Tropas británicas rumbo a Puerto Argentino. La larga marcha.

MARTES 25

A la hora 1600, como aprendemos a decir, un camión Unimog nos recoge en el hotel y nos traslada bajo la noche hacia el interior de la Isla. Caminos mejorados que las últimas lluvias desmejoraron del todo.
Nos comanda –nos guía, digamos-, aquél capitán que casi con seguridad se llamaba D´Avalos. El que corrige nuestras notas, el que amenaza con deportarnos, el que nunca sonríe y siempre está allí donde estamos nosotros. Cada vez más.
A medida que avanzamos, el camino empeora. Constatamos desde sus propias entrañas la célebre dureza de aquellos vehículos militares. El frío entra por todos lados. Temblamos. El capitán D´Avalos nos mira sin hablar. Con asco, se diría.
De pronto nos adentramos en un pueblo o en otro siglo, vemos una pulpería, un caballo atado a un palenque, un taller de herrería, una oficina de correos… pero no, ningún pueblo, ningún siglo, es la estancia Menéndez Behety, tan extensa como todo el Parque Nacional Tierra del Fuego, más de 60 mil hectáreas, y el galpón de esquila más grande del mundo con capacidad para 7000 animales. Ahí están las tropas.
Que aquél era el galpón de esquila más grande del mundo, lo íbamos a saber después, pero lo supimos en cuanto lo vimos. Una especie de estadio cerrado inesperadamente oculto en los confines de la Tierra. Y que ahora estaba lleno de soldados.
Afuera quedan el frío y los barros, adentro está todo bastante seco y el aire se recalienta encendido por la multitud. No se entiende si hay gradas o qué, las tropas cubren el piso y las paredes. Baten palmas, gritan, cantan cantitos tribuneros, es día de fiesta nacional.
Una guirnalda de hundimientos adorna de nuevas glorias los antiguos festejos. Ya fue confirmado el del Antelope ayer, y esta tarde dos A4B atacaron al destructor Coventry, que en 20 minutos desaparece de la superficie. 19 muertos, contará Londres, pero los expertos militares estimarán más de 90. En otra incursión aérea dejan fuera de combate el HMS Broadsword y el Sir Lancelot, y como frutilla de la torta un Super Etendard hunde el SS Atlantic Conveyor. Ahora toda la logística para el desembarco británico se oxida en el fondo del mar.
¡Viva la patria!
Solito con su guitarra, un cantor local de ancho sombrero y rastra en cinto, anima a las tropas con sus patrióticos versos llenos de banderas, valientes y finados.
Los soldados aplauden. Algo nos dice que hubieran preferido un rocanrol, una de Sui Generis, tal vez Presente, una que supieran todos, pero aplauden igual…
Luego bebemos un vino no menos patriótico con aquellos oficiales. Ellos también se muestran confiados en la victoria, pero se advierte en sus voces la inminencia posible de marchar al frente.
Viva la patria.
A la hora 2100 el capitán D´Avalos ordena la retirada.
Nos despedimos de aquellos oficiales. Les deseamos sinceramente lo mejor.
Antes de salir miro esas tropas. Esos soldados. Todavía cantan, baten palmas. Trato de fijar algunas caras.
Siempre me aliviará recordar que al final el BIM1, nunca marchó al frente.


Foto: Últimas imágenes del SS Atlantic Conveyor incendiado. Ya se hunde.


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