MARTES 20
La
noche del fin del mundo ya sube desde el Polo y se lo lleva todo. Para colmo en Río Grande ordenaron oscurecimientos y ahora todas las ventanas de la
ciudad están cubiertas por unos plásticos negros baratos pero eficaces. Ni
rastros del día. El sol un recuerdo.
Lejanas
negociaciones diplomáticas como una esperanza de paz que se diluye por la tele.
Acá la guerra no parece tan lejana. La cajera del supermercado, el mozo del bar
del hotel, la chica del kiosco, todos tienen un marido, un hermano, un padre,
un hijo en el frente. El BIM 5 ya despachó su guarnición.
Los
triunfalistas que hasta ayer nomás se preguntaban sacando pecho dónde pensaban
reaprovisionarse los barcos del “principito”, ya descubrieron en mitad del
Atlántico una isla de mierda llamada Ascension. Así, sin acento. Aprendemos su
nombre.
Hay que llenar otro número dedicado por entero a la guerra.
Las ventas van bien. Igual nuestros jefes se oyen nerviosos. Desesperan en la búsqueda de lo que no saben qué es. Pero ellos sí parecen lejanos.
Nosotros
hacemos nuestro trabajo. Andamos las calles revolviendo la basura de los
mentideros, juntando chismes que no llegan a ser rumores, especulaciones propias
y ajenas, teorías improbables, hipótesis forzadas y más chismes. Después
mezclamos todo eso con las mentiras oficiales, y así, con esa nada, rellenamos
nuestros informes por no mandarlos en blanco.
Y la
noche absoluta y los burdeles infinitos y mucho muy buen whisky a muy buen
precio. La tormenta perfecta.
Foto: Isla Ascension.
Foto: Isla Ascension.
MIÉRCOLES 21
Todos
aprendemos la guerra. Nuestros vigilantes también. La censura naval se afina.
Aquél preguntón que creímos olvidar en la barra del Tropicana, resultó ser un capitán de fragata que anda siempre de civil, siempre entre nosotros, y
cuyo nombre sin embargo no consigo recordar -¿D´Avalos? ¿D´Acorso?-, y que ahora me llama
temprano a su comando en el Batallón y allí me explica sin demasiada
paciencia que todas esas tonterías que pongo en mis notas sobre el frío y la
lluvia y la noche y el sol, son “información meteorológica de utilidad para el
enemigo”.
Que no
joda más si no quiero que me rajen de la Isla. No parece una metáfora.
Foto: Base Aeronaval de Río Grande, abril de 1982.
Foto: Base Aeronaval de Río Grande, abril de 1982.
JUEVES 22
Nos
avisan que Galtieri visita las tropas acantonadas en Malvinas y que de regreso
su avión hará una escala en Río Grande. “Agárrenlo ahí”, nos gritan desde
Buenos Aires. Algo es algo.
Como no sabemos a qué hora será, para no
quedarnos dormidos decidimos no dormir y pasamos la noche en un burdel.
Hoy no retengo sino flashes de esa mañana onírica, todos estamos un poco borrachos.
Galtieri también.
Recuerdo su
avión que aterriza, lo veo bajar la escalerilla, estamos en
la pista, todos los periodistas destinados a la Isla, nacionales y locales,
diez o doce. Inolvidable un ¿colega? de una radio de Ushuaia, que al ver a
Galtieri se inmola en su emoción y le hace la venia sin percibir que tiene su
grabador en la mano derecha y que allí cae y revienta contra el piso. Su buen nombre
también.
Debe
estar cerca el mediodía porque amanece. Allí asoma el sol, eso también lo veo.
Y veo a
la estrella del noticiero oficial José Gómez Fuentes bajar del mismo avión,
lleva un impermeable blanco y un pañuelo celeste al cuello. Viva la patria.
Galtieri
accede a la prensa. Algo es algo.
Ya
dentro del edificio del aeropuerto avanzamos a su alrededor hacia la confitería
desierta por la guerra. Somos varios, civiles y militares, periodistas y andá a
saber. Yo logro posicionarme, y ahora camino a su izquierda. Ahí está la foto. Y pese a mi borrachera,
o justamente por ella, me absorbe su figura tremenda. Lo miro y lo observo. Sé
que contemplo un hombre inolvidable. Que nada ni nadie lo salvará de la
historia. Alto como grandote, el rostro rojo, los ojos celestes y rojos. El
pelo más blanco que gris. Lleva uniforme de fajina, su gorra en la mano cargada de
estrellas, y en su cabeza, ahí adentro -la miro, lo pienso-, todas las
verdades de esta guerra y la suerte de miles de soldados y de todos nosotros. Y
todo ahí, en esa cabeza, tan a mano, me digo, y sin embargo…
Avanzamos
juntos unos diez, doce metros, tomamos una mesa, yo quedo sentado a su lado, ínfimo,
absorto, medio en pedo. Hablamos un rato, preguntamos de todo, no dice nada.
Declamaciones patrióticas, arengas destempladas, invocaciones inútiles, Dios,
la patria, la bandera, etc… su voz arenosa, el tono eufórico, los ojos
inyectados… no puedo decir que esté borracho, pero sí que lo parece.
Y ya no
retengo mucho más. La rueda de prensa se rompe, supongo, Galtieri se va, por
fin. Con su avión y su Gómez Fuentes. Él también nos dice algo. Nada que
recuerde.
El
resto se deshace en un alcohol de niebla.
Foto de Marcelo Figueras: A la izquierda de Galtieri, yo, y a la derecha, aquél ¿colega? que acaba de estrellar su grabador.
Foto de Marcelo Figueras: A la izquierda de Galtieri, yo, y a la derecha, aquél ¿colega? que acaba de estrellar su grabador.
SÁBADO 24
Viáticos
suculentos, precios y ofertas de free shop. Fumamos Galoisse y Gitanes, bebemos
Ye Monks en vasija y Glenfiddich, comemos ostras chilenas, cordero patagónico,
langosta, langostinos. Tomamos los mejores vinos del mundo. Hay caviar ruso, si
queremos. Chocolates suizos. Nikkon, Chanel, Lacoste. La medida del mejor
scotch es más barata que el peor jugo de naranja. Tierra del Fuego en plena guerra. Todo es
raro.
Foto: Soldados argentinos en las Islas.
DOMINGO 25
Y
atacan Georgias. El fuego ha comenzado. La guerra.
Sin embargo no
hay muertos ni hubo batalla, dicen. Las tropas argentinas al mando del capitán
Alfredo Astiz se rinden sin disparar un solo tiro, dicen. Otros dicen que no.
"Rompo la radio y reviento los pacos", dicen que dijeron. Que se
replegaron al interior de la isla y que resistirán a cualquier precio porque "son comandos entrenados para sobrevivir comiendo raíces si hace falta" y cosas
así, dicen. Nacen Los Lagartos, la leyenda. De a ratos especulamos con ella, de
a ratos nos reímos y nada más. Ya nada parece del todo cierto.
Ansiosos
de sangre y llamas, en la redacción enloquecen. Un jefe que no voy a nombrar
porque ya se murió me pide que intente llegar a Grytviken. Le pregunto si voy
en tren o alquilo un auto. Se consagra el delirio. La guerra.
Yo sé
que ahora vendrán días extraños.
Foto: el bravo Alfredo Astiz en Georgias, se rinde amablemente apenas contactar al enemigo.
* * *
mAGNIFICO Y TRISTE RECUEREDO
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ResponderEliminarTRISTE Y DESOLADOR RECUERDO!...GRACIAS DANY POR ESCRIBIRLO
TRISTE Y DESOLADOR RECUERDO!GRACIAS DANY,POR TRAERLO A NUESTRA MEMORIA-UN ABRAZO
ResponderEliminarhola se puede obtener el diario completo.
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