viernes, 8 de junio de 2018

ABRIL, 20 al 25: un alcohol de niebla...


MARTES 20

La noche del fin del mundo ya sube desde el Polo y se lo lleva todo. Para colmo en  Río Grande ordenaron oscurecimientos y ahora todas las ventanas de la ciudad están cubiertas por unos plásticos negros baratos pero eficaces. Ni rastros del día. El sol un recuerdo.
Lejanas negociaciones diplomáticas como una esperanza de paz que se diluye por la tele. Acá la guerra no parece tan lejana. La cajera del supermercado, el mozo del bar del hotel, la chica del kiosco, todos tienen un marido, un hermano, un padre, un hijo en el frente. El BIM 5 ya despachó su guarnición.
Los triunfalistas que hasta ayer nomás se preguntaban sacando pecho dónde pensaban reaprovisionarse los barcos del “principito”, ya descubrieron en mitad del Atlántico una isla de mierda llamada Ascension. Así, sin acento. Aprendemos su nombre.
Hay que llenar otro número dedicado por entero a la guerra. Las ventas van bien. Igual nuestros jefes parecen nerviosos. Desesperan en la búsqueda de lo que no saben qué es. Pero ellos sí parecen lejanos.
Nosotros hacemos nuestro trabajo. Andamos las calles revolviendo la basura de los mentideros, juntando chismes que no llegan a ser rumores, especulaciones propias y ajenas, teorías improbables, hipótesis forzadas y más chismes. Después mezclamos todo eso con las mentiras oficiales, y así, con esa nada, rellenamos nuestros informes por no mandarlos en blanco.
Y la noche absoluta y los burdeles infinitos y mucho muy buen whisky a muy buen precio. La tormenta perfecta.

Foto: Isla Ascension.


MIÉRCOLES 21

Todos aprendemos la guerra. Nuestros vigilantes también. La censura naval se afina. Aquél preguntón que creímos olvidar en la barra del Tropicana, resultó ser un capitán de fragata que anda siempre de civil, siempre entre nosotros, y cuyo nombre sin embargo no consigo recordar -¿D´Avalos? ¿D´Acorso?-, y que ahora me llama temprano a su comando en el Batallón y allí me explica sin demasiada paciencia que todas esas tonterías que pongo en mis notas sobre el frío y la lluvia y la noche y el sol, son “información meteorológica de utilidad para el enemigo”.
Que no joda más si no quiero que me rajen de la Isla. No parece una metáfora.

Foto: Base Aeronaval de Río Grande, abril de 1982.

JUEVES 22

Nos avisan que Galtieri visita las tropas acantonadas en Malvinas y que de regreso su avión hará una escala en Río Grande. “Agárrenlo ahí”, nos gritan desde Buenos Aires. Algo es algo.
Como no sabemos a qué hora será, para no quedarnos dormidos decidimos no dormir y pasamos la noche en un burdel.
Hoy no retengo sino flashes de esa mañana onírica, todos estamos un poco borrachos. Galtieri también.
Recuerdo su avión que aterriza, lo veo bajar la escalerilla, estamos en la pista, todos los periodistas destinados a la Isla, nacionales y locales, diez o doce. Inolvidable un ¿colega? de una radio de Ushuaia, que al ver a Galtieri se inmola en su emoción y le hace la venia sin percibir que tiene su grabador en la mano derecha y que allí cae y revienta contra el piso. Su buen nombre también.
Debe estar cerca el mediodía porque amanece. Allí asoma el sol, eso también lo veo.
Y veo a la estrella del noticiero oficial José Gómez Fuentes bajar del mismo avión, lleva un impermeable blanco y un pañuelo celeste al cuello. Viva la patria.
Galtieri accede a la prensa. Algo es algo.
Ya dentro del edificio del aeropuerto avanzamos a su alrededor hacia la confitería desierta por la guerra. Somos varios, civiles y militares, periodistas y andá a saber. Yo logro posicionarme, y ahora camino a su izquierda. Ahí está la foto. Y pese a mi borrachera, o justamente por ella, me absorbe su figura tremenda. Lo miro y lo observo. Sé que contemplo un hombre inolvidable. Que nada ni nadie lo salvará de la historia. Alto como grandote, el rostro rojo, los ojos celestes y rojos. El pelo más blanco que gris. Lleva uniforme de fajina, su gorra en la mano cargada de estrellas, y en su cabeza, ahí adentro -la miro, lo pienso-, todas las verdades de esta guerra y la suerte de miles de soldados y de todos nosotros. Y todo ahí, en esa cabeza, tan a mano, me digo, y sin embargo…
Avanzamos juntos unos diez, doce metros, tomamos una mesa, yo quedo sentado a su lado, ínfimo, absorto, medio en pedo. Hablamos un rato, preguntamos de todo, no dice nada. Declamaciones patrióticas, arengas destempladas, invocaciones inútiles, Dios, la patria, la bandera, etc… su voz arenosa, el tono eufórico, los ojos inyectados… no puedo decir que esté borracho, pero sí que lo parece.
Y ya no retengo mucho más. La rueda de prensa se rompe, supongo, Galtieri se va, por fin. Con su avión y su Gómez Fuentes. Él también nos dice algo. Nada que recuerde.
El resto se deshace en un alcohol de niebla.


Foto de Marcelo Figueras: A la izquierda de Galtieri, yo, y a la derecha, aquél ¿colega? que acaba de estrellar su grabador.  


SÁBADO 24

Viáticos suculentos, precios y ofertas de free shop. Fumamos Galoisse y Gitanes, bebemos Ye Monks en vasija y Glenfiddich, comemos ostras chilenas, cordero patagónico, langosta, langostinos. Tomamos los mejores vinos del mundo. Hay caviar ruso, si queremos. Chocolates suizos. Nikkon, Chanel, Lacoste. La medida del mejor scotch es más barata que el peor jugo de naranja. Tierra del Fuego en plena guerra. Todo es raro.

Foto: Soldados argentinos en las Islas.


DOMINGO 25

Y atacan Georgias. El fuego ha comenzado. La guerra.
Sin embargo no hay muertos ni hubo batalla, dicen. Las tropas argentinas al mando del capitán Alfredo Astiz se rinden sin disparar un solo tiro, dicen. Otros dicen que no. "Rompo la radio y reviento los pacos", dicen que dijeron. Que se replegaron al interior de la isla y que resistirán a cualquier precio porque "son comandos entrenados para sobrevivir comiendo raíces si hace falta" y cosas así, dicen. Nacen Los Lagartos, la leyenda. De a ratos especulamos con ella, de a ratos nos reímos y nada más. Ya nada parece del todo cierto.
Ansiosos de sangre y llamas, en la redacción enloquecen. Un jefe que no voy a nombrar porque ya se murió me pide que intente llegar a Grytviken. Le pregunto si voy en tren o alquilo un auto. Se consagra el delirio. La guerra.
Yo sé que ahora vendrán días extraños.


Foto: el bravo Alfredo Astiz en Georgias, se rinde amablemente apenas contactar al enemigo.



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3 comentarios:




  1. TRISTE Y DESOLADOR RECUERDO!...GRACIAS DANY POR ESCRIBIRLO

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  2. TRISTE Y DESOLADOR RECUERDO!GRACIAS DANY,POR TRAERLO A NUESTRA MEMORIA-UN ABRAZO

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