miércoles, 6 de junio de 2018

MAYO, 21 al 23: el callejón de las bombas...


VIERNES 21

Nos instalamos como corresponde en el mejor hotel de la ciudad junto al resto de la prensa, que si bien es menos que en Comodoro, tampoco es poca, descubrimos por la mañana.
Clarín, La Nación, Siete días, Gente, aquí llega Somos, algunas radios, un camarógrafo de la RAE –que si estaba la guita le vendía también a la BBC y a la CIA-, en fin, otro animado contingente que allí pasa sus días en el sopor de la retaguardia pero con una rutina muy bien organizada por la Fuerza Aérea Argentina, patrona del lugar.
De ella, de sus oficiales, depende ahora que yo pueda llegar a Grande, cómo y cuándo. La ruta se terminó. O para ser preciso: sigue al otro lado del Estrecho de Magallanes, que ahora sí, de alguna forma, tengo que cruzar. 
Del lado chileno, en Punta Arenas, hay una balsa hacia la Isla, desde allí se puede seguir por tierra hasta el lado argentino, pero… ¿Cruzar dos veces la frontera con Chile, en plena guerra, sin más coartadas que el periodismo?... ¿O mejor declararme espía directamente?...
Empiezo a tejer mis contactos con los aviadores.
Que por supuesto allí, en ese momento, en pleno desembarco inglés, tienen problemas más importantes que un boludo haciendo dedo en un aeropuerto.

Foto: Ataque aéreo en el Estrecho San Carlos: El Callejón de las Bombas.


SÁBADO 22

Por la mañana o por la tarde, todos los días, sin arruinar jamás ningún almuerzo, nos espera alguna actividad ya programada. Esa tarde, por ejemplo, seremos conducidos hasta un campo de adiestramiento donde algunos soldados harán un simulacro de ataques con morteros.
Ya bien comidos y rociados, allí partimos todos, fotógrafos y cronistas, los unos vestidos como para entrar en combate, pero todos un poco bebidos.
Llegados al lugar, efectivamente unos cuantos conscriptos disparan varias veces con un mortero contra un coche Ford Falcon abandonado a unos cien metros. Infelizmente para todos, ningún disparo da en el blanco y así termina la función. Algunos fotógrafos reclaman como si quisieran de vuelta la plata de la entrada.
Yo ando por todas partes pidiendo un vuelo para Grande.
Volver se dice pronto, pero…

Foto: Un Mirage y tres barcos barcos alcanzados: HMS Arrow, 1º de mayo. HMS Antrim, 21 de mayo. HMS Avenger, 24 de mayo. 


DOMINGO 23

Como no sucede en ningún otro punto del Frente Sur, allí algunos de los militares que entran en combate diariamente, conviven con nosotros.
Son pilotos de la Fuerza Aérea. Cuando llego a Gallegos, hay siete de ellos en el mismo hotel que la prensa.
Todos los días los vemos andar entre nosotros, así como si nada, hasta que ya no los vemos más. Los siete comen juntos siempre en la misma mesa.
Van y vienen, andan por ahí. Esperan. No saben cuándo saldrán en misión, no saben si volverán. Beben y comen y charlan como si fueran nosotros. Incluso también sonríen. Cuando se sacan el uniforme no se distinguen de nosotros a no ser por un rictus más severo en la mirada. Incluso también cuando sonríen.
Son días de fuego. Los ingleses ya sentaron cabecera de playa en San Carlos. Más de cinco mil tropas desembarcan ahora bajo ataques aéreos constantes. Entonces los británicos descubren que esos pilotos que vemos ahí, tan parecidos a nosotros, son hombres extraordinarios. No pueden detectarlos hasta que ya los tienen encima, como si emergieran del agua, y ya es tarde. Sueltan sus bombas y así como aparecen desaparecen entre una telaraña de proyectiles. Claro que no siempre lo consiguen, pero… Esa tarde, por ejemplo, hundirán el HMS Ardent y dejarán fuera de combate el Argonaut, el Antrim y el Brilliant. Mañana hundirán el Antelope, pasado el Coventry... Los ingleses ya rebautizaron ese estrecho: Alley´s bombs, lo llaman ahora. El callejón de las bombas.
Y allí los tenemos todos los días… van y vienen, charlan, beben…
Como comen siempre juntos, nosotros siempre los miramos.
Y los contamos.
Cuando me fui de Gallegos, de los siete quedaban cuatro.

Foto: Bahía de Ajax, HMS Antelope, hundido.



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